Una de las frases más célebres de Descartes es aquella de ‘Pienso, luego existo’. Nosotros, sin querer entrar en el debate de si se puede pensar sin comunicación, hemos elegido estrenar este blog dándole una vuelta a ese aforismo que ha sobrevivido con éxito al paso del tiempo.
Todos los manuales sostienen que la diferencia esencial entre la información y la comunicación consiste en que el primero es un proceso que se entiende completo en cuanto se produce la transmisión de contenidos. Por el contrario, el segundo exige la respuesta y la retroalimentación de los públicos a la que se dirige la información.
¿Qué implica esto? Que una institución, una empresa o una persona no serán percibidas socialmente y, por tanto, no tendrán relevancia ni impacto hasta que los diferentes públicos no sean conscientes de su existencia. En otras palabras, mientras no implemente procesos comunicativos estratégicos que le permita ser conocido no podrá conseguir otras metas como ser reconocido o lograr la diferenciación con respecto a sus competidores.
Precisamente, ese es el sentido de un buen plan de comunicación corporativo, como los que ofrece Atalaya Comunicación: diseñar una estrategia que dé visibilidad y difusión a una administración pública, una empresa privada o incluso un particular. Mientras no sepa comunicar no podrá existir socialmente como le gustaría.
Por supuesto que no faltará quien defienda lo contrario, que el proceso es a la inversa, primero existir para luego comunicar. Y también tienen parte de razón, la semana que viene os explicamos el porqué.