La semana pasada estrenábamos este blog dándole una vuelta al célebre ‘Pienso, luego existo’ de Descartes, planteando que ese aforismo podría plantearse también en la fórmula ‘Comunico, luego existo’ para hablar sobre la necesidad de comunicación en cualquier proyecto.

Y es que, de algún modo, la relación entre existir y comunicar se refleja en el dilema que se da entre el huevo y la gallina. ¿Qué fue primero? Así, de la misma manera en que sucesivas generaciones debaten a ese respecto sin ponerse de acuerdo, también nosotros podemos defender casi al mismo tiempo que comunicar precede a existir (como escribíamos aquí en el anterior post) y lo contrario.

No en vano, sin la existencia de un proyecto y de una necesidad o problema específico no se puede diseñar ninguna estrategia de comunicación. En ese sentido, resulta imprescindible definir con precisión la identidad de la organización para tener claro el sentido de las acciones a ejecutar y que toda acción de comunicación responda a esa estrategia de existencia.

Otra razón para defender que ‘Existo, luego comunico’ es más acertado que el ‘Comunico, luego existo’ se encuentra en lo imprescindible de disponer de un plan de comunicación que, con carácter previo a llevarlo a la práctica, recoja las directrices a seguir a corto, medio y largo plazo. Sin la existencia de ese documento estratégico, la comunicación será poco más que un juego errante en el que no se asegura la coherencia de mensajes, canales, tonos… ¿Te imaginas que tu web transmitiese lo contrario que tus redes sociales? Por raro que te pueda parecer, ocurre más de lo que podrías pensar.

En todo caso, seas de los que defienden el ‘Comunico, luego existo’ o seas partidario del ‘Existo, luego comunico’, lo que es seguro es que la comunicación de tu marca debe estar siempre en manos de quienes puedan trabajar tu proyecto desde una óptica estratégica. ¿Y dónde mejor para tener esa perspectiva que desde una atalaya?